El momento de recibir la noticia y los
sentimientos que se viven con respecto a esto, son variados.
Primero hay que pensar cual es el lugar que
ocupa el pequeño que especial, en mi caso fue mi primogénito, pero si creo que
se vive de diferentes maneras, si es el primero, el segundo o el tercero. No se
acepta ni se siente igual.
Otro aspecto es como lo vive el padre y la
madre. Para ser específicos, en el caso del padre, aparte de la negación hay un
sentimiento de pérdida, pues el varón que esperaba, y que tenía la ilusión
de que fuera como el, o jugara con él, no lo hará.
En el caso de las niñas, se exalta el
sentimiento de protección y cuidado por parte del padre, esto lo escribo basada
en la experiencia de conocer a parejas con niñas especiales.
Pero, reconozcamos que el padre al ser
proveedor, no está en contacto, tan constante como la madre, con el pequeño, y
el trabajo y otras situaciones, le ayudan a distraerse un poco de la situación,
pues requiere concentración y dedicación al trabajo.
El caso de la madre es completamente diferente,
el duelo es algo que lleva en el día a día.
Es la encargada de cuidar y estar al pendiente
del pequeño, de vivir los malos y buenos momentos, sin olvidar la condición de
su pequeño.
Es como leer y escuchar el diagnóstico del
médico, los 365 días del año, las 24
horas al día, los 60 minutos de cada hora.
Sin olvidar que a partir de conocer la
condición y estado de nuestro pequeño, debemos iniciar un largo andar de
hospitales y médicos, en algunos casos unos muy humanos, pero en otros casos,
personas faltas de ética, considerando que en la ética de los médicos, se
incluye el ver al paciente como persona y no como un número más, en la lista de
espera.
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